Entonces aun ustedes son llamados a participar de este trayecto. La vanguardia tiene la obligación de avanzar a pasos agigantados, y en ese despliegue debe abarcar incluso al más improductivo. Nada puede prohibirse, bestiecitas, porque la prohibición de la imaginación teórica abre caminos para la locura política. No pongan esas caras ni inicien discusiones infantiles, aun sin saberlo lo saben, mis amigos: si en algo tengo razón, es en todo.
Pegar el salto amiguitos, pegar el salto. Dejar ya de mirar hacia un costado y comenzar a mirar hacia delante. Basta de quedarse refugiados en el remanso. Los saltos hay que animarse a pegarlos, insectillos. No más amagues, indecisiones ni gambetas. De cabeza al arco mis corifeos, que si es gol saldrán a gritarlo con la boca hecha un abismo, y si todo termina en una pifia ustedes seguirán siendo exactamente los mismos desgraciados.
Por eso, mis retoños, los insto a mirar levemente alrededor y a aprender que, para ser felices, sólo hay que articular los signos adecuadamente. Es tan sencillo como eso, chaparritos. Alinear de manera correcta una cadena significante en el momento exacto. Animarse a ser soberanos en el mezquino mundo de la palabra. Lo cual es más fácil de lo que aparenta. Porque la palabra, cachorritos, es un universo harto limitado. Háganse cargo de sus límites y sepan que puedan manejar con maestría sus posibles combinaciones, y verán como el mundo se abre de piernas delante suyo. Sólo tienen que animarse a juguetear con el sentido, almas cobardes, y casi, casi todo será suyo. Les he revelado un gran secreto. Ahora me voy.
Simón