sábado, 31 de mayo de 2008

El por qué de todo esto

-Usted comprende –me dijo–. En el Retorno a la Simple Bestialidad han de lograrse dos cosas: una “degradación punitiva” del ser que ha ofendido su dignidad; y una “mortificación” del ser en su territorio de bestia. Impaglione, ¿digo bien?

-No exactamente –objetó el corifeo–. Si el Retorno a la Simple Bestialidad ha de ser voluntario, yo lo definiría como “autodegradación” o “automortificación”. Es más pedagógico.

Severo escuchó el alegato de Impaglione con la sonrisa extática de quien oye una grabación perfecta.



Leopoldo Marechal - El banquete de Severo Arcángelo

lunes, 12 de mayo de 2008

Sendero Luminoso - II

Buenas noches, mis queridísimos borregos. Quiero suponer que en esta ocasión no tendré la necesidad de desarrollar demasiados preámbulos para explicarles hacia dónde nos dirigimos. Asumo que esa inquietud ya ha a sido evacuada durante nuestro encuentro anterior, y si alguno de ustedes aún alberga alguna duda, es libre para retirarse en este instante. Además, como recordarán, detesto los rodeos. Los rodeos son un atasco intelectual, son como un estreñimiento endemoniado que obstruye el carácter expresivo de nuestro ser. El estreñimiento, sabrán ustedes, es un fenómeno físico harto molesto. Querer cagar y no poder cagar, esa es la cuestión. Pero el estreñimiento corpóreo mis amigos no es nada frente al estreñimiento intelectual que pasaré a exponerles.

Señores imagínense no poder eyacular una maldita idea. Ir a la cinemateca a ver una película de Bergman o leer de punta a punta El Proceso y no poder sacar de nuestros recovecos cerebrales ni siquiera una reflexión intrascendente. Lo sé, lo sé. Algunos dirán que el silencio de la incertidumbre es preferible a la verborragia ridícula de la estupidez. Pero es que finalmente no es esto ni lo otro. No señores. Este es un episodio fáctico y específico de estreñimiento intelectual. De sus profundidades no salen ideas, ni banales, ni estúpidas, ni erróneas, y mucho menos geniales. La mente, devotos míos, es como una hoja pentagramada totalmente en blanco. En ella están marcados los límites pero no está diagramado el ritmo que se escuchará durante el viaje. Juro, señores, que ustedes pueden hacer todo el esfuerzo posible para intentar recuperar la capacidad performativa. Sin embargo, les advierto, es muy difícil escaparse. La desabrida alternativa de sacarse el tapón de la cabeza y salir a la vida a combatir la estupidez con cara de “yo estoy reflexionando” no es más que un artificio.

Demasiado idiota dando vuelta por este vecindario señores. Tanto idiota haciendo jaleo en la manzana que hasta las ganas de salir de fiesta se estriñen. Tal vez el mundo nos estriñe para que guardemos nuestra mierda en el interior, y no seamos capaces de andar mostrándola por ahí a los pacatos que no se animan a mirar sus propios soretes cuando cagan. Perdón, perdón, es que la propia idea del estreñimiento altera mis modales. Todo tenía que ver, fundamentalmente, con no dar vueltas e ir directo al grano. Hoy, mis queridos correligionarios, ustedes aún están estreñidos. Es un estado de tensión en el cual la explosión parece inminente, pero aún no llega. No dan vueltas, sino que se mantienen en el mismo lugar hasta nuevo aviso. Yo soy el Gran Removedor que los sacará de ese estado de encastre intelectual. Este, figurines, no es más que el primer escozor. Sean pacientes y sentirán el terremoto que los arrancará definitivamente de su comodidad. Podéis retiraos sin pesar, os espero en nuestro próximo encuentro.

Simón